sábado, 7 de febrero de 2015

La Resistencia



Ernesto Sabato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911- 2011, hizo su doctorado en Física y cursos de Filosofía en la Universidad de La Plata, trabajó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie, en Francia, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.
Obras: El túnel, Sobre héroes y tumbas, Apologías y rechazos, entre otras.


La Resistencia 
Los Antiguos Valores


[...] Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parte porque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción. Antes los hombres trabajaban a un nivel más humano, frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacían conversaban entre ellos. Eran más libres que el hombre de hoy que es incapaz de resistirse a la televisión. Ellos podían descansar en las siestas, o jugar a la taba con sus amigos. De entonces recuerdo esa frase tan cotidiana de aquellas épocas: "Venga amigo, vamos a jugar un rato a los naipes, para matar el tiempo, no más" algo tan inconcebible para nosotros. Momentos en el que la gente se reunía a tomar mate, mientras contemplaba el atardecer, sentados en los bancos que las casas solían tener al frente, por el lado de las galerías . Y cuando el sol se hundía en el horizonte, mientras los pájaros terminaban de acomodarse en sus nidos, la tierra hacía un largo silencio y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte.

La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo de ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores, como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas ¿De dónde se desprendía su valor, su coraje ante la vida? [...] El modo de ser de entonces, el desinterés, la serenidad de sus modales, indudablemente reposaba en la honda confianza que tenían en la vida. Tanto para la fortuna como para la desgracia, lo importante no provenía de ellos. También los valores surgían de textos  sagrados, eran mandatos divinos.

[...] Otro valor perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien  uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan  y lo tratan como a un señor.

Desde la perspectiva del hombre moderno, la gente de antes tenía menos libertad. Eran menos las posibilidades de elección, pero, indudablemente, su responsabilidad era mucho mayor. No se les ocurría, siquiera, que pudieran desentenderse de los deberes a su cargo, de la fidelidad al lugar que la vida parecía haberles otorgado. 
Algo notable es el valor que aquella gente daba a las palabras. De ninguna manera eran  un arma para justificar los hechos. Hoy todas las interpretaciones son válidas y las palabras sirven más para descargarnos de nuestros actos que para responder a ellos (Sabato, 2000, p. 46-51).

Sabato, E.(2000). La resistencia. Colombia, Bogotá: Editorial Planeta. 

¿Crees que en la actualidad la serenidad, la vergüenza, el deber y el valor de la palabra han perdido importancia?
¿Cuál es tu opinión al respecto?